21 de octubre de 2015

REGATA MIL PIERNAS, 17/10/15

El sábado por la mañana nos reunimos algunos patrones para desayunar ante, lo que parecía, un día con poco viento. Una ronda de medios bocatas calientes de queso y beicon, de los de L’Ona, se abrieron paso entre nosotros y, sin saber muy bien cómo, pasamos de hablar de grilletes y botalones a la política. “Amb il·lusió”, se nos hizo algo tarde.
Recogí en secretaría mi invitación para el Salón Náutico (¡anda! ¡los Donuts!), y me fui corriendo al Kiski a preparar la maniobra. ¡Hummm! ¿Sería esa la posición en ceñida de los carros de génova? Ay, ay, ay…
Salí por bocana persiguiendo al Cámelot y seguido de cerca por el Tres Bés. Con la ayuda de mi inestimable Sebastián (el piloto), subí defensas e izé mayor. El apaño que hice para la roldana machacada del pajarín, dio resultado. El viento, unos 5-7 nudos, iba a ser escaso y convendría llevar la mayor algo bolsona y entwistada. A la que empezó a pintar bien, me dirigí a la zona de salida, donde otros 41 veleros no paraban de dar vueltas alrededor de La Loca Carioca (Comité). Izé génova, quité motor y traté de trimar lo mejor posible, aunque el tiempo antes de la salida no me permitiría gran cosa.
El viento venía de nuevo del NE-E,…aunque llamarlo “viento” tal vez fuese un eufemismo. Posé para el Samantha y dejé que el Sandor me hiciese una foto. Se dio la salida a RI y, esta vez, sí, me preparé para salir en buena posición, amurado a estribor. Para Promoción había bastones, con una distancia de 2,5 millas entre boyas. Eran las 11:35.
Quedan atrás las bellas épocas en que salía primero, pero tampoco estuvo mal: salí por Comité, dejando atrás a unos 8 barcos. Sin embargo, el viento que recibía era sucio, no veía que ganase distancia a nadie. Y a 2 nudos, no daba para muchas maniobras. Decidí hacer un bordo a mar tan pronto como pudiese. Cuando vi el hueco, me lancé. Sebastián cumplió su cometido, pero el génova no acababa de pasar de babor a estribor…y no pasó. Se quedó ahí, junto al radar, indeciso. Mientras los barcos retrasados se me echaban encima, yo seguía haciendo de boya, a 0,0 nudos. Una tripulación a dos me pidió agua, pero yo sólo podía ofrecer buenos deseos a mi génova. El otro barco pasó y, ya casi último, el génova decidió ponerse en su sitio y el Kiski empezó a “correr”,…si es que 1,6 nudos puede llamarse “correr”. Olía a regata larga.
El bordo a mar era malo. 5 nudos de viento “maomenos”, con 20 indecisos grados de role por parte del viento, alejándonos aún más de boya. Un chollo, vamos. Aprovechando una racha alcancé los 2 nudos y pasé al Tres Bés, pero de eso a alcanzar a alguien más. Había un buen trecho.
Trimé y retrimé. Busqué más twist, menos twist, la escota más cazada, menos... El génova no me pareció muy bien trimado, pero las lanitas estaban bien. ¿Estaría el carro de génova demasiado atrasado?
Viendo la indecisión del viento, me decidí a volver a hacer bordo a tierra. Preparé la maniobra y de nuevo…¡génova pegada al radar! Esta vez se quedó bien pilladita. Anulé bordo (me había parado del todo), cogí velocidad a mar, volví a hacer bordo y esta vez, con calma, el génova pasó. Amurado a estribor alcancé casi 3 nudos, pero cuando distinguí boya vi que no la dejaría por babor de ninguna de las maneras. Seguí aprovechando racha y alcanzando, en algún instante, los 4 nudos. Uaoooh!!
Llegado el momento y muy a mi pesar, volví a hacer bordo a mar. Ahora el viento había vuelto a bajar y mi velocidad no pasaba de 2 nudos,…si esperaba más, ni el bordo podría hacer. Lo intenté. El génova pasó lentamente de un lado a otro, impulsado por ningún viento. De nuevo, rumbo a mar a 1,5 nudos. ¡¡¡Grrrr!!!
Cuando creí que tenía ángulo para ir a boya, volví a hacer bordo. Yo ya había perdido la cuenta de los bordos hechos y, para entonces, todas las escotas se contoneaban rítmicamente sobre la bañera. Era como tener el síndrome de Diógenes en cubierta.
Ahora sí, parecía que llegaría a boya,…pero el viento empezó a rolar al norte y tanto me quedaba la boya a las 11 como a las 2-3. ¡Por Dios! ¡Otro bordo más, no! Y mientras tanto, todos los barcos con spi amenazaban con abordarme en dirección contraria por babor y estribor.
Muy, muy, pero que muy justo, llegué a boya. Me pidió fuego y se lo dí, mientras nos interesamos mutuamente por nuestros antepasados. Yo hice un gran incapié en los suyos y reflexioné sobre sus orígenes maternos. Fue una conversación corta pero intensa. De poco me fue que nos liásemos a palabras mayores.
Pasé. Con el viento por la aleta de babor, aquello no corría a más de 1,5 nudos. Busqué el través, aunque eso significase alejarse de boya, y llegué a alcanzar hasta los 3 nudos en algún momento. Alcancé al través del My Star con su spi blanco, aunque alejándome de tierra.
El viento fue bajando y a mí no me daba para cambiar de amura. Lo probé, y clavé el barco. Volví a la misma amura, buscando velocidad al través. Ni por asomo. Todos paraban, con spi o sin él. Llamé a casa avisando de que no llegaría a la hora de comer.
Probé poner las velas a orejas de burro, pero pesaban demasiado. Si yo iba corriendo a pasar el génova a una banda, la botavara se iba a la misma. Probando lo contrario, volvía a seguirme. Y probando lo contrario de lo contrario, tampoco obtuve mejores resultados. Di vueltas sobre mí mismo para engañar a la botavara, pero ésta era muy lista y se escabullía siempre. Otra vez al través, otra vez orejas de burro, y tres cuartos de lo mismo. Mis piernas me llevaban de popa a proa, de babor a estribor, arriba y abajo. Daba saltos para aquí y para allá. Soltaba la amura del génova y me iba corriendo a la botavara justo a tiempo para volverme y ver cómo el génova se obstinaba en llevarme la contraria. Mis meniscos hacía “ñigui-ñogui”, las tibias se iban a babor y los peronés, a estribor. ¡Dios mío! ¡No siento las piernas! Era como estar en el Vietnam durante la cuarta ofensiva de Ho Chi Min.
Llamé a casa para que no me esperasen a los postres ni al café ni a nada de nada.
En un momento dado, hasta las escotas se enredaron en mis pies y trataron alevosamente de hacerme perder el equilibrio. Decidí entonces que el arnés de seguridad, probablemente lo llevase para algo. El problema no era caerse al agua…adelantaría al barco en dos brazadas,… pero llevaba el iPhone en el bolsillo y eso sí que no.
Cabezón como soy, ni las escotas ni el poco viento iban a poder conmigo. Tras probar de atangonar el génova con el bichero durante 15 minutos y llegado a un cierto punto de desesperación y hartazgo, arrié la mayor (que desventaba al génova) y a la increíble velocidad de 0,24 nudos me fui acercando disimuladamente hacia la línea de meta, donde el sonido de la voz de Toni gritando “-Stooop!” me sonó a la música de las trompetas del Olimpo. El siguiente en pasar por meta lo haría 11 minutos después. Era cerquita de las 15:00.
No, en esta regata no quedé bien, lo siento. Sniff! La siguiente es la Retmar. Ahí, infaliblemente, habrá viento. Pero chicos,….¡¡ya no tengo portillos en la obra muerta!!! Je je

No hay comentarios:

Publicar un comentario